Op-Ed / Africa 3 minutes

Crisis en Zimbabue

Con la valiente decisión del líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, de retirarse de las elecciones del domingo, nadie puede considerar la segunda vuelta más que como algo siniestro. El ala dura del ZANU-PF, el partido del presidente Robert Mugabe, ha hecho uso de su control absoluto de las instituciones y fuerzas de seguridad para iniciar una ola de violencia contra los partidarios de Tsvangirai y su Movimiento para el Cambio Democrático (MDC). Tsvangirai quiso creer que, a pesar del terror, aún era posible una votación auténtica, pero ha terminado aceptando que no es así. Sea cual sea el resultado de los comicios, Mugabe será declarado presidente. En la primera ronda del 29 de marzo, el MDC obtuvo mayoría en el Parlamento. El anuncio de los resultados presidenciales se demoró cinco semanas, mientras los partidarios de Mugabe preparaban su estrategia de supervivencia: manipular los resultados para asegurar que haría falta una segunda vuelta, de modo que el régimen ya ha pervertido la democracia, lo que se propone hacer de nuevo.

El apoyo internacional a Mugabe está desapareciendo a gran velocidad incluso entre quienes una vez fueron sus aliados en la zona. El presidente sudafricano Thabo Mbeki, negociador demasiado blando a la hora de presionar a Mugabe, reconoce ahora que ya no está en situación de ganar unas elecciones. La comunidad internacional, y los actores regionales observadores de los comicios, deben defender la decisión de Tsvangirai y dejar claro a Mugabe que no obtendrá legitimidad si proclama fraudulentamente su victoria en la segunda vuelta, ni tampoco si se declara ganador por incomparecencia. A Mugabe no se le debería permitir perpetuarse en el poder o entregar la Presidencia a un sucesor si decide abandonar el Gobierno. Los líderes regionales y la comunidad internacional deben enviar el mensaje de que no negociará con un Gobierno fraudulento que ha empleado una violencia para llegar al poder.

La mayoría de las partes está de acuerdo en que la mejor opción para Zimbabue sería un gobierno de unidad entre el ZANU-PF y el MDC, pero sin Mugabe. Una solución deseable sería un Ejecutivo con Tsvangirai como jefe de Gobierno y un líder moderado del ZANU-PF en una posición secundaria. Ya hay en marcha conversaciones entre dirigentes del MDC y el ZANU-PF. El gran escollo es el futuro de Mugabe. Tsvangirai rechaza que se le reserve papel alguno, aunque sí compartiría poder con miembros del partido, postura que respaldan líderes como los de Botswana, Zambia y Tanzania. Pero Mbeki dice que Mugabe debe ser jefe de Estado hasta que se haya organizado su sucesión.

El MDC se ha aproximado a altos mandos del Ejército para ganarlos a la causa de un final negociado a la crisis y una vuelta al proceso democrático. ¿Se sumarán al carro los sectores del ala dura y los servicios de seguridad? La violencia sugiere otra cosa. Se ha arrestado repetidamente a dirigentes de la oposición, sus seguidores han sido objeto de actos violentos, se les ha obligado a huir de sus casas y a algunos se les ha coaccionado para que entregaran sus tarjetas de votantes a cambio de acceso a alimentos. 100 partidarios del MDC han sido asesinados y cientos torturados y agredidos. Más de 30.000 personas han sido desplazadas. Algunos altos mandos de los servicios de seguridad han declarado que jamás reconocerán a Tsvangirai como jefe del Estado. Han señalado, incluso, que si el líder de la oposición logra la victoria, se levantarán en armas. Estas advertencias han venido después de las declaraciones de Mugabe de que no aceptará ningún resultado electoral aparte de su victoria.

La violencia se está extendiendo en Zimbabue y la anarquía y la guerra civil se ciernen sobre el país con el riesgo de que se produzca una escisión dentro de las fuerzas de seguridad. Esto tendría graves consecuencias, no sólo para Zimbabue, sino para el resto de Africa. Pero este desenlace no es inevitable. Incluso en este momento tan tardío, sigue habiendo valientes defensores de la paz y la reconciliación que trabajan por una solución negociada.
 

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